

A su vez, fue un modo de intervenir territorialmente, -sobre todo cuando comprendemos la condición nómade de sus productores- haciendo referencia de sus acciones inter relacionadas con el espacio: en la exploración territorial, en la búsqueda de recursos materiales y en la ritualización en los espacios geográficos.
Por lo tanto, la figura humana en el arte rupestre no puede interpretarse como una representación ilustrativa, es mucho más que eso. La cosmovisión de los pueblos originarios sudamericanos incluye seres animados y elementos inanimados, todos ellos formando parte de un todo integrado que conlleva el carácter de sagrado.
Esta jerarquización se pone de manifiesto en todo el arte rupestre. Así, pues, ciertas figuras humanas tienen, la simpleza esquemática y tamaños menores comparadas con aquellas que muestran los atributos de poder, diferenciándose ambas en el conjunto.
Pero sea cual fuese su aspecto, la figura humana, en el arte rupestre, siempre está en función de una idea concebida por el pensamiento naturalista de los pueblos originarios que consideraban a los de su especie una parte más en la naturaleza y no el eje del sistema; que es la concepción más difundida en nuestro pensamiento occidental y contemporáneo.
fuente: Argentina Live
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