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26 de diciembre de 2011

Quebrada de los Cóndores: La Rioja atesora lugares recónditos y casi anónimos que no integran los circuitos masivos turísticos.

La Rioja atesora lugares recónditos y casi anónimos que no integran los circuitos masivos turísticos. En el vértice sur, a 150 kilómetros de la ciudad capital, la Quebrada del Cóndor es un claro ejemplo de que aún restan sitios por descubrir.

El viaje a la reserva natural Quebrada de los Cóndores se efectúa en vehículos doble tracción y parte desde Tama, un pueblito que descansa a 180 kilómetros al sur de la ciudad de La Rioja, hasta la Sierra de Los Quinteros. Bendecidas por una remota geografía, estas singulares serranías de rocas de granito, tapizadas de pastizales, pequeñas quebradas y cactus en flor, protegen al 80% de esta comunidad de cóndores andinos, integrada por 150 ejemplares. Una especie que en todo el continente está al borde de la extinción.

La posta. Alcanzar el puesto rural de Santa Cruz de la Sierra demanda tres horas de camino. Pero el tiempo no se siente, porque el paisaje ondulante asciende con suavidad y arrulla al viajero. Este es el punto base para alcanzar la Quebrada de los Cóndores. José de la Vega es un hombre cansino y cordial, y anfitrión de la centenaria casa donde vivieron sus antepasados. Hoy, su morada, está abierta a las visitas.

Un comedor rústico es el escenario para degustar las delicias de la cocina riojana que se sirven, como cazuela de gallina, cabrito la horno de barro, locro, empanadas, puchero de cabra y frutas silvestres cosechadas “in situ” por el mismo visitante.

Hacia la Quebrada. Desde el puesto rural sale una cabalgata hacia una bella saliente montañosa cercana al hogar de los dueños del lugar: los majestuosos cóndores que planean orondos el firmamento riojano. La excursión comienza con una caminata hasta el sitio donde aguardan los caballos, para emprender la cabalgata que dura casi una hora y media, tiempo necesario para atravesar los 4 kilómetros hasta el mirador natural. El recorrido, lento y de precaución, sortea pequeños arroyos y vertientes que brotan entre las inmensas rocas, hasta llegar al desfiladero que conduce al ‘Mirador de los Cóndores’. Esta platea natural es un gigantesco peñasco que sobresale del acantilado unos 3 ó 4 metros, a más de 1800 msnm.

Luego de transitar una angosta huella que serpentea la montaña, alcanzar la cima de esta saliente que domina el paisaje, es el gran secreto. Desde ahí se divisan hileras de montañas cubiertas de verde, varios riachuelos que marcan un trazo profundo entre las quebradas y el camino hasta la posta. La abrumadora presencia del acantilado, escogido por estos reyes del aire para establecer su morada, causa una dosis de impresión. Tal vez por ello, desarrollaron la capacidad de vivir en estas recónditas montañas, cuyos recovecos y relieves son óptimos para proteger los nidos.

La aparición de ellos en escena no se hace esperar. Más de cuarenta cóndores planean sigilosos ante la presencia de extraños, lo cual no impide que regalen un vuelo sincronizado durante dos horas.

El atardecer marca el regreso, con el sol que se oculta y un descenso liviano que sella un encuentro hipnótico con los reyes del cielo: los cóndores de la Quebrada.


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La Rioja atesora lugares recónditos y casi anónimos que no integran los circuitos masivos turísticos. En el vértice sur, a 150 kilómetros de la ciudad capital, la Quebrada del Cóndor es un claro ejemplo de que aún restan sitios por descubrir.

El viaje a la reserva natural Quebrada de los Cóndores se efectúa en vehículos doble tracción y parte desde Tama, un pueblito que descansa a 180 kilómetros al sur de la ciudad de La Rioja, hasta la Sierra de Los Quinteros. Bendecidas por una remota geografía, estas singulares serranías de rocas de granito, tapizadas de pastizales, pequeñas quebradas y cactus en flor, protegen al 80% de esta comunidad de cóndores andinos, integrada por 150 ejemplares. Una especie que en todo el continente está al borde de la extinción.

La posta. Alcanzar el puesto rural de Santa Cruz de la Sierra demanda tres horas de camino. Pero el tiempo no se siente, porque el paisaje ondulante asciende con suavidad y arrulla al viajero. Este es el punto base para alcanzar la Quebrada de los Cóndores. José de la Vega es un hombre cansino y cordial, y anfitrión de la centenaria casa donde vivieron sus antepasados. Hoy, su morada, está abierta a las visitas.

Un comedor rústico es el escenario para degustar las delicias de la cocina riojana que se sirven, como cazuela de gallina, cabrito la horno de barro, locro, empanadas, puchero de cabra y frutas silvestres cosechadas “in situ” por el mismo visitante.

Hacia la Quebrada. Desde el puesto rural sale una cabalgata hacia una bella saliente montañosa cercana al hogar de los dueños del lugar: los majestuosos cóndores que planean orondos el firmamento riojano. La excursión comienza con una caminata hasta el sitio donde aguardan los caballos, para emprender la cabalgata que dura casi una hora y media, tiempo necesario para atravesar los 4 kilómetros hasta el mirador natural. El recorrido, lento y de precaución, sortea pequeños arroyos y vertientes que brotan entre las inmensas rocas, hasta llegar al desfiladero que conduce al ‘Mirador de los Cóndores’. Esta platea natural es un gigantesco peñasco que sobresale del acantilado unos 3 ó 4 metros, a más de 1800 msnm.

Luego de transitar una angosta huella que serpentea la montaña, alcanzar la cima de esta saliente que domina el paisaje, es el gran secreto. Desde ahí se divisan hileras de montañas cubiertas de verde, varios riachuelos que marcan un trazo profundo entre las quebradas y el camino hasta la posta. La abrumadora presencia del acantilado, escogido por estos reyes del aire para establecer su morada, causa una dosis de impresión. Tal vez por ello, desarrollaron la capacidad de vivir en estas recónditas montañas, cuyos recovecos y relieves son óptimos para proteger los nidos.

La aparición de ellos en escena no se hace esperar. Más de cuarenta cóndores planean sigilosos ante la presencia de extraños, lo cual no impide que regalen un vuelo sincronizado durante dos horas.

El atardecer marca el regreso, con el sol que se oculta y un descenso liviano que sella un encuentro hipnótico con los reyes del cielo: los cóndores de la Quebrada.


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23 de diciembre de 2011

El solitario Pucará de Hualco, una ciudad de piedra, de más de mil años de antigüedad.

En una ladera de la sierra de Velasco, al norte de la provincia, hay una ciudad de piedra, de más de mil años de antigüedad. Sus paredes atesoran la memoria de la cultura hualco. Turistas, científicos y arqueólogos la recorren hoy.

La excursión hacia las ruinas de Hualco comienza directamente en la ruta 40, que hace las veces de calle principal del puñado de pueblitos desperdigados a la vera de la ruta y del río Los Sauces. Este río cristalino es aprovechado por los agricultores para sembrar los terrenos aledaños con frutales y hortalizas.

Durante el trayecto, el guía local Fabián Yapura lleva a los turistas a conocer los distintos pueblitos de la zona, sus pintorescas iglesias y sus casitas de adobe en completa armonía con la naturaleza.

En Alpasinche, uno de esos pueblitos, llaman la atención sus añosos viñedos, cuyos frutos se muelen en las bodegas familiares donde se hace el vino patero.

Al llegar a la localidad de San Blas se ve la iglesia homónima –data de 1732–, donde cada 3 de febrero se rinde culto al santo patrono de las gargantas en una fiesta religiosa que es un verdadero festival de la canción.

A menos de un kilómetro se bifurca la ruta y hay que dejar la ruta nacional 40 para tomar a la izquierda y adentrarse en el paisaje montañoso y de las quebradas de Hualco.

El camino agreste que conduce a las quebradas, contrasta con la tupida vegetación que se ve en el valle que duerme a sus pies. El verdor le dio el nombre a la zona conocida como Valle Fértil o Valle Vicioso.

Trío de quebradas. Más adelante aparece la quebrada El Rincón, la primera de una tríada que incluye la de Hualco –donde está emplazado el sitio arqueológico– y la de Andolucas.

La quebrada de Andolucas es famosa por los profundos remansos que se forman con las aguas frescas que bajan de la montaña y caen con fuerza en forma de chorro en un gran piletón natural llamado la Olla de Andolucas.

Además cuenta con camping e infraestructura para quedarse varios días, al igual que El Rincón. Otras tres quebradas completan el mosaico natural, pero el acceso a sus remansos de agua son exclusivos para aventureros que se atreven a escalar gigantescas rocas rodeadas de cactus en flor. La postal vale la pena.

Centro de Interpretación. El Centro de Interpretación fue inaugurado el pasado 30 de enero. Está construido con materiales de la zona como adobe, madera y caña.

Es el punto de partida donde comienza el circuito hacia las ruinas propiamente dichas.

En este lugar se exponen muchos de los objetos encontrados durante las excavaciones: vasijas, recipientes de barro, puntas de flechas, adornos y hasta una urna funeraria de aproximadamente 50 centímetros de diámetro con huesos en su interior.

Además hay gigantografías que explican desde el descubrimiento del lugar en la década de 1950 por el cura Martín Gómez hasta los últimos trabajos de restauración.


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La excursión hacia las ruinas de Hualco comienza directamente en la ruta 40, que hace las veces de calle principal del puñado de pueblitos desperdigados a la vera de la ruta y del río Los Sauces. Este río cristalino es aprovechado por los agricultores para sembrar los terrenos aledaños con frutales y hortalizas.

Durante el trayecto, el guía local Fabián Yapura lleva a los turistas a conocer los distintos pueblitos de la zona, sus pintorescas iglesias y sus casitas de adobe en completa armonía con la naturaleza.

En Alpasinche, uno de esos pueblitos, llaman la atención sus añosos viñedos, cuyos frutos se muelen en las bodegas familiares donde se hace el vino patero.

Al llegar a la localidad de San Blas se ve la iglesia homónima –data de 1732–, donde cada 3 de febrero se rinde culto al santo patrono de las gargantas en una fiesta religiosa que es un verdadero festival de la canción.

A menos de un kilómetro se bifurca la ruta y hay que dejar la ruta nacional 40 para tomar a la izquierda y adentrarse en el paisaje montañoso y de las quebradas de Hualco.

El camino agreste que conduce a las quebradas, contrasta con la tupida vegetación que se ve en el valle que duerme a sus pies. El verdor le dio el nombre a la zona conocida como Valle Fértil o Valle Vicioso.

Trío de quebradas. Más adelante aparece la quebrada El Rincón, la primera de una tríada que incluye la de Hualco –donde está emplazado el sitio arqueológico– y la de Andolucas.

La quebrada de Andolucas es famosa por los profundos remansos que se forman con las aguas frescas que bajan de la montaña y caen con fuerza en forma de chorro en un gran piletón natural llamado la Olla de Andolucas.

Además cuenta con camping e infraestructura para quedarse varios días, al igual que El Rincón. Otras tres quebradas completan el mosaico natural, pero el acceso a sus remansos de agua son exclusivos para aventureros que se atreven a escalar gigantescas rocas rodeadas de cactus en flor. La postal vale la pena.

Centro de Interpretación. El Centro de Interpretación fue inaugurado el pasado 30 de enero. Está construido con materiales de la zona como adobe, madera y caña.

Es el punto de partida donde comienza el circuito hacia las ruinas propiamente dichas.

En este lugar se exponen muchos de los objetos encontrados durante las excavaciones: vasijas, recipientes de barro, puntas de flechas, adornos y hasta una urna funeraria de aproximadamente 50 centímetros de diámetro con huesos en su interior.

Además hay gigantografías que explican desde el descubrimiento del lugar en la década de 1950 por el cura Martín Gómez hasta los últimos trabajos de restauración.


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18 de diciembre de 2011

Museo del Automovilismo Juan Manuel Fangio dedicado al que fuera quíntuple campeón de Fórmula 1.

El Museo del Automovilismo Juan Manuel Fangio es un museo dedicado al piloto de automovilismo de competición homónimo. Está ubicado en el centro de la ciudad de Balcarce, Provincia de Buenos Aires - Argentina, a pocas cuadras de la casa donde, el 24 de junio de 1911, nació el que fuera quíntuple campeón de Fórmula 1, Juan Manuel Fangio.

En este museo se puede ver una gran exposición, contando con 27 automóviles y todos los trofeos del campeón mundial de Fórmula Uno. Desde la reconstrucción del Ford A (1929) con el que debutó Fangio; el original de la Negrita que impulsó su destino a Europa; la Chevrolet 39, en la que corriera la Buenos Aires-Caracas; además de automóviles pertenecientes a amigos corredores del mismo, tales como los de Oscar y Juan Gálvez, el Ford V8 de Finochietti, el de Eduardo Casa, el Baufer de los hermanos Emiliozzi.

Cuenta con una planta baja y 8 bandejas en las cuales se puede apreciar diferentes autos utilizados por el "chueco" Fangio como así también trofeos, fotos y demás objetos de interés general para el público. Una de las bandejas más visitadas es la Nro 4 se trata la Epopeya Sudamericana del Turismo de Carretera recordándose el Gran Premio de América del Sur (Buenos Aires - Caracas).

museo-fangio-autos
Se exhibe el auto Chevrolet 1939 cupé - Nro 1 color rojo - original de Juan Manuel Fangio, del vuelco en Huanchaco, al norte de Lima - Perú, que costara la vida a su acompañante Daniel Urrutia.

Cuenta con una visita guiada sobre la historia personal del corredor: el Turismo de Carretera. En 1986 se crea, de la mano de Juan Manuel Bordeu y Juan Manuel Fangio, la Fundación Museo del Automovilismo Juan Manuel Fangio, con el objetivo de dar difusión a las actividades que se llevan a cabo en el Centro Tecnológico Cultural y Museo del Automovilismo Juan Manuel Fangio. Esta organización no sólo está dedicada a la gestión y mantenimiento del Museo sino que organiza eventos deportivos y actos culturales en la ciudad en la que se encuentra instalada.
fangio-titulos

fangio-titulos-1
El Museo posee una muestra del patrimonio histórico del automovilismo argentino., pudiéndose citar como ejemplo el Ford A de 1929 con el que Fangio inició su carrera.

También se exhiben coches de otros pilotos argentinos como los hermanos Gálvez, los Emiliozzi, y el del sobrino del corredor Juan Manuel Fangio II.


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El Museo del Automovilismo Juan Manuel Fangio es un museo dedicado al piloto de automovilismo de competición homónimo. Está ubicado en el centro de la ciudad de Balcarce, Provincia de Buenos Aires - Argentina, a pocas cuadras de la casa donde, el 24 de junio de 1911, nació el que fuera quíntuple campeón de Fórmula 1, Juan Manuel Fangio.

En este museo se puede ver una gran exposición, contando con 27 automóviles y todos los trofeos del campeón mundial de Fórmula Uno. Desde la reconstrucción del Ford A (1929) con el que debutó Fangio; el original de la Negrita que impulsó su destino a Europa; la Chevrolet 39, en la que corriera la Buenos Aires-Caracas; además de automóviles pertenecientes a amigos corredores del mismo, tales como los de Oscar y Juan Gálvez, el Ford V8 de Finochietti, el de Eduardo Casa, el Baufer de los hermanos Emiliozzi.

Cuenta con una planta baja y 8 bandejas en las cuales se puede apreciar diferentes autos utilizados por el "chueco" Fangio como así también trofeos, fotos y demás objetos de interés general para el público. Una de las bandejas más visitadas es la Nro 4 se trata la Epopeya Sudamericana del Turismo de Carretera recordándose el Gran Premio de América del Sur (Buenos Aires - Caracas).

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Se exhibe el auto Chevrolet 1939 cupé - Nro 1 color rojo - original de Juan Manuel Fangio, del vuelco en Huanchaco, al norte de Lima - Perú, que costara la vida a su acompañante Daniel Urrutia.

Cuenta con una visita guiada sobre la historia personal del corredor: el Turismo de Carretera. En 1986 se crea, de la mano de Juan Manuel Bordeu y Juan Manuel Fangio, la Fundación Museo del Automovilismo Juan Manuel Fangio, con el objetivo de dar difusión a las actividades que se llevan a cabo en el Centro Tecnológico Cultural y Museo del Automovilismo Juan Manuel Fangio. Esta organización no sólo está dedicada a la gestión y mantenimiento del Museo sino que organiza eventos deportivos y actos culturales en la ciudad en la que se encuentra instalada.
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El Museo posee una muestra del patrimonio histórico del automovilismo argentino., pudiéndose citar como ejemplo el Ford A de 1929 con el que Fangio inició su carrera.

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16 de diciembre de 2011

El Museo Municipal Mario Brososki es un museo dedicado a las reliquias de la corbeta Swift.

El Museo Municipal Mario Brososki es un museo dedicado fundamentalmente a la conservación y exhibición de las piezas y elementos que periódicamente se rescatan de la corbeta Swift hundida en la ría Deseado (Puerto Deseado, Provincia de Santa Cruz, Argentina) en el año 1770.

Todos los restos se hallan cuidadosamente documentados en el museo y presentados mediante paneles que contienen fotografías, gráficos, diagramas y textos.

El museo fue creado en el año 1983 como “Museo Regional Provincial” con el objetivo de resguardar el patrimonio de Santa Cruz, destacándose los restos que se habían recuperado, hasta ese momento, de la Corbeta Inglesa H.M.S Swift descubiertos el año anterior.2 El nombre del museo le fue otorgado en homenaje a uno de los jóvenes buzos oriundos de dicha ciudad que colaboró en el hallazgo del pecio, quien falleciera trágicamente al poco tiempo.

Este museo cuenta hoy en día con una colección de más de 400 piezas provenientes del pecio, en su gran mayoría obtenidas por medio de trabajos de arqueología submarina. Además hace pocos años se sumó la colección del Padre Manuel Molina, de material lítico de sociedades de cazadores-recolectores, conocidos en tiempos históricos como Tehuelches.

La nave de guerra británica HMS Swift fue construida en 1762 en el astillero de John Greave en Limehouse, a orillas del río Támesis, y botada en 1763. Era una sloop of war (categoría equivalente a la de corbeta en la nomenclatura española), que contaba con 28 metros de eslora y estaba armada con 14 cañones de 6 libras y 12 pedreros de 1/2 libra.


Apostada en la base británica Puerto Egmont, en las Islas Malvinas, la corbeta emprendió un viaje exploratorio por las costas patagónicas antes de que cayera el invierno de 1770.

Una tormenta los obligó a recalar en Puerto Deseado. Entrando a la ría Deseado encallaron en una roca sumergida y, a pesar de que tras deshacerse de mucha de la carga lograron liberar la nave, minutos después se toparon con un segundo escollo no cartografiado. A las seis de la tarde del martes 13 de marzo de 1770, el barco se hundió.

Murieron tres de los noventa y un tripulantes (el cocinero y dos soldados). El cuerpo del cocinero apareció días más tarde y lo enterraron tras un improvisado funeral.

Los náufragos permanecieron a la intemperie durante un mes, hasta que fueron rescatados por la única otra nave británica en Malvinas en ese momento: la Favourite. El rescate fue posible gracias a que los sobrevivientes de la Swift acondicionaron una chalupa y enviaron siete hombres a buscar ayuda a Malvinas.

Info:

Lunes a viernes, de 08:00 a 20:00 hs.
En temporada alta, también permanece abierto los días sábados y domingos de 15:00 a 19:00 hs.


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Todos los restos se hallan cuidadosamente documentados en el museo y presentados mediante paneles que contienen fotografías, gráficos, diagramas y textos.

El museo fue creado en el año 1983 como “Museo Regional Provincial” con el objetivo de resguardar el patrimonio de Santa Cruz, destacándose los restos que se habían recuperado, hasta ese momento, de la Corbeta Inglesa H.M.S Swift descubiertos el año anterior.2 El nombre del museo le fue otorgado en homenaje a uno de los jóvenes buzos oriundos de dicha ciudad que colaboró en el hallazgo del pecio, quien falleciera trágicamente al poco tiempo.

Este museo cuenta hoy en día con una colección de más de 400 piezas provenientes del pecio, en su gran mayoría obtenidas por medio de trabajos de arqueología submarina. Además hace pocos años se sumó la colección del Padre Manuel Molina, de material lítico de sociedades de cazadores-recolectores, conocidos en tiempos históricos como Tehuelches.

La nave de guerra británica HMS Swift fue construida en 1762 en el astillero de John Greave en Limehouse, a orillas del río Támesis, y botada en 1763. Era una sloop of war (categoría equivalente a la de corbeta en la nomenclatura española), que contaba con 28 metros de eslora y estaba armada con 14 cañones de 6 libras y 12 pedreros de 1/2 libra.


Apostada en la base británica Puerto Egmont, en las Islas Malvinas, la corbeta emprendió un viaje exploratorio por las costas patagónicas antes de que cayera el invierno de 1770.

Una tormenta los obligó a recalar en Puerto Deseado. Entrando a la ría Deseado encallaron en una roca sumergida y, a pesar de que tras deshacerse de mucha de la carga lograron liberar la nave, minutos después se toparon con un segundo escollo no cartografiado. A las seis de la tarde del martes 13 de marzo de 1770, el barco se hundió.

Murieron tres de los noventa y un tripulantes (el cocinero y dos soldados). El cuerpo del cocinero apareció días más tarde y lo enterraron tras un improvisado funeral.

Los náufragos permanecieron a la intemperie durante un mes, hasta que fueron rescatados por la única otra nave británica en Malvinas en ese momento: la Favourite. El rescate fue posible gracias a que los sobrevivientes de la Swift acondicionaron una chalupa y enviaron siete hombres a buscar ayuda a Malvinas.

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