Dios y demonio del pueblo que repite su nombre, la Laguna Melincué fue causante del gran desarrollo turístico de la zona, pero también de su desastre y despoblamiento.
Imprevisible, indominable, esta laguna supo conquistar el turismo con sus aguas terapéuticas, sus barros curativos y su paisaje maravilloso; y supo arrasar con todo repentinamente, dejando sólo las ruinas del hotel que la promocionaba y empujando a la emigración a gran parte de la población.
Baños saludables en las aguas indicadas para afecciones reumáticas; pesca y deportes náuticos; campamentismo; avistaje de los altaneros flamencos que moran en sus aledaños; son apenas un adelanto de las opciones que Melincué vuelve a proponer.
La laguna Melincué es un lago endorreico, al sur de la provincia de Santa Fe, Argentina, en el Departamento General López, muy cerca de la localidad cabecera de Melincué, a aproximadamente 33°42′24″S 61°29′4″O; sobre un área de alrededor de 120 km², con un "pelo de agua" a 86 msnm (circa 2003).
El lago forma parte de un ecosistema de humedal, con grandes poblaciones de patos y otras aves, protegidas como una reserva natural. En épocas de sequía el lago se hace salino.
Desde siempre, el nivel de agua de la Laguna Melincué ha estado variando considerablemente, afectando con inundaciones el hinterland, y muchas veces afectando la economía de poblaciones cercanas y el mantenimiento de los caminos. De acuerdo a un estudio de la Facultad de Ciencias Exactas, Ingeniería y Agrimensura (UNR) de la Universidad Nacional de Rosario, en 1968 el nivel era 82,5 m, más de 3 m por debajo de lo normal. En 1998–2000 el gobierno provincial creó un Área Estratégica de Planificación del Ambiente, en los distritos Melincué, Carreras, Hughes, Elortondo y Labordeboy, con el objetivo de promover su desarrollo sostenible, pero las acciones concretas no se materializaron.
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