
La razón simplifica y despeja temores: son sólo unos gatos. Pero nada es tan sencillo como parece.
Por estos cerros también vagan el Coquena y el Yastay, protegiendo a las vicuñas y guanacos de la mira de los cazadores —aunque aceptan ofrendas a cambio de algún permiso—, y el Uturunco le ha vendido el alma al diablo para convertirse en tigre y ataca en forma impredecible.
Tierra de mitos y leyendas que llevan siglos fusionados a su historia y su geografía, la Quebrada de Humahuaca reúne costumbres y creencias indígenas, influencias católicas, consumos propios de tiempos globalizados y fantasmas surgidos entre soledades y desventuras, en una aridez poco frecuente.
Será difícil entonces contradecir a los jujeños, con semejante traza de exploradora, un sombrero de ala comprado en una tienda para turistas y la libreta saturada de ínfulas antropológicas.
El Cerro de los Siete Colores es uno de los cerros que bordea la Quebrada de Purmamarca, en la provincia argentina de Jujuy. Su peculiar gama de colores es producto de una compleja historia geológica que incluye sedimentos marinos, lacustres y fluviales elevados por los movimientos tectónicos.
La villa de Purmamarca se encuentra a sus pies, y ambos forman una de las postales más reconocidas del Noroeste Argentino y el país.